21 de noviembre de 2017

2017-09 -17 al 23 Senda Camille 2017 (relato)


Relato de nuestra amiga Ángeles.

A finales de septiembre de 2017, un grupo de compañeras y compañeros de La Fuenfría iniciamos la Senda de Camille, con mucha ilusión. Algunos no habíamos coincidido entre nosotros en otras salidas y esa misma circunstancia hizo que el recorrido fuera un descubrimiento, en todos los sentidos. Fue una maravilla compartir esfuerzos con Pedro, Marine, Antonio, Elena, Paqui, Benigno, Isabel, Angel y conmigo misma, Angelines. Antonio y Elena habían participado también en la actividad anterior de Picos de Europa.

El recorrido que realizamos es una travesía circular de montaña, en el Pirineo aragonés, de 6 etapas y 6 refugios, 2 de ellos en Francia. Supongo que la ruta es conocida por muchas personas en nuestro Club. Mis comentarios no tratan de descubrirlo a nadie sino animar a quién no lo haya hecho a conocerlo porque es muy variado, bonito y exigente.

Quedamos en Hecho (Huesca), el sábado 16 en la sede de la Senda para recoger las acreditaciones con el fin de sellarlas en todos los refugios ya que habíamos elegido la opción de registrarnos en la página oficial de la Senda de Camille. También se puede hacer el recorrido por libre pero debes gestionar tu mismo las reservas en los refugios. Todas las opciones son buenas y en ambos casos la mochila va cargada y eres autónomo mientras realizas las etapas.

La primera etapa era Selva de Oza-Gabardito. Nos desplazamos con nuestros coches hasta el camping de Selva de Oza y allí los dejamos hasta la vuelta.
Ese primer día, domingo 16, nos dividimos porque Angel y yo queríamos hacer el recorrido por la Senda de los Ganchos, aprovechando que ya conocíamos la ruta larga que fue la que hicieron los compañeros, por el Puerto de Acher. Esta última es más esforzada y aunque la Senda de los Ganchos no es un paseo, desde luego bajo mi punto de vista, no merece la pena empezar este recorrido por esta variante. Es mucho más imponente ver el macizo calcáreo del Castillo de Acher que un hermoso bosque con pocas vistas.

Lo que no decepciona es la última subida al refugio de Gabardito. Nunca viene bien, tanto si llegas fresco como si llegas cansado. En cuanto a los refugios, en todos fuimos bien tratados y comimos fenomenal. En esas fechas éramos el único grupo y prácticamente no coincidimos con otros camilleros (ya nos pusimos nombre desde el principio).

También estábamos pendientes del pronóstico del tiempo porque daban lluvias para las fechas elegidas. Y los días claves eran el lunes 18 y el viernes 22. Para el lunes, lluvia a primera hora de la mañana y efectivamente, a la hora de salir de Gabardito para hacer la segunda etapa a Lizara, estaba lloviendo. Bendita lluvia en un año tan seco como este. Menos mal que al poco fue siendo cada vez una lluvia más floja y aunque salimos con un poco de retraso, pudimos empezar la etapa sin grandes contratiempos. La idea inicial era llegar al Collado de Lo Foratón y subir al Bisaurín pero según íbamos llegando hizo acto de presencia la nieve y las nubes en el Bisaurín. Azotaba el viento y de vez en cuando nevaba. Tuvimos que desistir y continuar hacia Lizara. Este refugio estaba de reformas.

El tercer día, martes 19, teníamos por delante una larga etapa hasta el Albergue Aysa, en Somport. El día amaneció esplendoroso y nada hacía presagiar el desenlace. Todas las etapas son muy bonitas, cada una con su particularidad pero esta es increíble: Puerto de Vernera, Valle de los Sarrios, Ibón de Estanés, Chorrota de Aspe…. Bueno, tiene de todo. Esta etapa la hicimos con el club en sentido contrario y nunca decepciona. El paso de la Chorrota está mejorado y desde ahí ya se ven los edificios de Somport. En la zona del puerto, todavía estaban los rebaños de ovejas pastando y recorriendo los montes. Ya casi llegando, Elena nos comentó las molestias que tenía en una de sus rodillas y estaba intranquila por este imprevisto. Finalmente, y con gran pena por parte de todos, decidió aprovechar que había transporte público y marchó a casa para recuperarse, como, felizmente, así ha sido.

El cuarto día, miércoles 20, la etapa nos llevaba a Francia, a Arlet y, como siempre, el paisaje era increíble. Pasamos por cabañas con grandes rebaños de ovejas, pastos y bosques, caminos al borde de las crestas, cambios de valles hasta llegar al collado desde donde contemplas el Refugio de Arlet con su ibon al pie, que en el verano debe dar mucho juego. Este refugio es una recompensa para la vista porque está en un enclave espectacular pero, precisamente por esto, no tiene electricidad, ni duchas. Hay dos aseos y una fuente. Está bien acondicionado aunque no encendieron la estufa y ya se empezaba a notar fresquito. Allí coincidimos con un chico que habíamos visto en la ruta y que estaba haciendo la Senda por libre.

El quinto día, jueves 21, salimos hacia Lescún, que es el pueblo, pero el albergue era el Camping Lauzart. Recorrimos altos senderos con historia como caminos de refugiados de la II Guerra Mundial y probablemente usados en nuestra Guerra Civil, hasta llegar al Puerto del Palo, punto del Camino de Santiago aragonés más antiguo, y desde ahí, gran bajada hacia el destino, y nos acompañaba el nuevo compañero que conocimos el día anterior. La primera parte, con pastos y vacas para ir entrando después en pequeños bosques y luego en pista hasta llegar al camping. Lescún está a 1.500 m del camping pero aunque la carretera acaba en alto, merece la pena acercarse disfrutar de sus calles, y comprar los estupendos quesos franceses, perdón, fromages.

El sexto día, viernes 22, era el día de la lluvia segura y así fue. Teníamos que llegar a Linza y la parte más imponente es pasar al lado de las Agujas de Ansabere y poder verlas, porque con nubes y lluvia, pudiera ser que no se vieran en su totalidad. Sin dudarlo, salimos con lluvia. Había que hacer la etapa y confiábamos en que a lo largo del día, casi a las 13:00 o 14:00h dejara de llover. Nos preparamos para el agua, con chaquetas, paraguas y capas y subimos hacia las Cabañas de Ansabere, donde hicimos una parada bajo techo. Retomamos la ruta en pequeños grupos y fuimos subiendo hacia el collado de Petrechema. Y pudimos ver las Agujas. Otra etapa bonita incluso con la lluvia. En la bajada dejó de llover y sólo llevábamos precaución con la resbaladiza roca caliza de la zona. La llegada a Linza es a través de un sendero con vacas y caballos pastando que te relaja después del día complicado que tuvimos.

Y aunque en todos los refugios estuvimos bien, en Linza fue muy agradable. Era viernes, había mucho ambiente, y los chicos vascos que llevaban el refugio esa semana eran muy simpáticos, nos obsequiaron con dos botellas de sidra y nos dijeron que éramos una “cuadrilla” muy maja, qué viniendo de un conocedor de cuadrillas, está muy bién. Y como era el último refugio, pues celebramos lo bien que había salido todo. El compañero que iba por libre consiguió plaza en el refugio a pesar de que estaba lleno.

Amaneció el séptimo día y no, no nos tocó descansar el sábado 23, había que hacer la última etapa hasta Oza. Y debíamos salir temprano para que nos diera tiempo a todo, a llegar, a coger el coche, a recoger la camiseta de la Senda y a volver a Madrid. Y aquello era un caos de gente y de prisas. Por fin salimos hacia el Paso del Caballo que está frente al refugio y a pesar de haber buscado al nuevo compañero, no nos acompañó en la última etapa. El recorrido, por supuesto muy bonito, sobre todo la subida al Paso Anzotiello, que se va descubriendo paso a paso. Los últimos dos kilómetros son pista y carretera, lo que hace la llegada un poco tediosa. Y, por fin, llegamos a destino, felices y encantados de la larga e intensa experiencia.

Por supuesto, este es mi relato y seguro que se me han quedado en el tintero un montón de anécdotas y experiencias vividas en grupo (estiramientos, conversaciones, todas las personas que conocimos, entre ellas Marta, la responsable de la Senda, algún baile que otro que habrá que repetir….), y cada uno tendrá el suyo propio, pero ha sido tan agradable pasar estos días con el grupo y disfrutando tanto de este maravilloso recorrido que no he podido resistirme a contarlo.

Cada uno de los que allí estábamos éramos diferentes pero se logró una cierta homogeneidad y se hizo un buen ambiente que nos animaba cada mañana a salir y caminar con alegría. Las distancias y los desniveles hechos están publicadas en la página oficial de la Senda y el peso que llevábamos cada uno lo saben nuestras piernas. El esfuerzo y las penurias que se pasan, quedan como recuerdos lejanos, pero sobre todo, lo que quedó en el aire fue una pregunta que no nos ha dejado dormir desde entonces y ésta era: ¿Por qué los españoles comen queso y los franceses fromage?

Pues conozco la respuesta: el nombre en latín de la materia quesera es caseus formaticus, de donde los españoles tomamos la primera acepción y derivamos en queso y los británicos en cheese. Y la segunda parte de la raíz fue adoptada por los franceses que derivaron en fromage y los italianos en formaggio.

¡Que curioso!

Os dejo un enlace con una selección de fotos del recorrido.

https://photos.app.goo.gl/u3REgKXBkI9GwuVh1

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